El luto aún tiñe los pasillos de La Promesa cuando un grito desesperado detiene el funeral de Jacobo. Martina, de luto riguroso pero con el rostro inflamado por el fuego de la verdad, entra en escena como una ráfaga de tormenta. Con voz temblorosa pero firme, interrumpe las plegarias y deja a todos sin aliento al revelar lo impensable: la muerte de Jacobo no fue un accidente… y ella sabe quién está detrás.
Pero para entender cómo llegamos a este punto, hay que retroceder al día en que todo cambió.
Martina ya no podía ignorar lo que su corazón le gritaba. La duda sobre su compromiso con Jacobo se había transformado en una verdad irrefutable. Él, cansado de su indecisión, la acorraló con una propuesta casi violenta: “O te casas conmigo hoy o me marcho para siempre.” Pero Martina, con la dignidad que siempre ha llevado como escudo, se negó a ceder a la presión. Le devolvió las palabras con una honestidad feroz: no se casaría con él.
La reacción de Jacobo fue fulminante. Humillado, furioso, con el orgullo hecho trizas, juró venganza no solo contra Martina, sino contra toda la familia Luján. Horas después, Martina regresó a su habitación sin imaginar el horror que le esperaba. El cuerpo de Jacobo yacía en el suelo, pálido, sin vida. Su grito desgarró el silencio del palacio y dio inicio a una tormenta de secretos, sospechas y venganzas largamente incubadas.
La conmoción se apoderó de La Promesa. El sargento Burdina fue claro: nadie tocaría nada hasta que se investigara a fondo. “Esto no fue un accidente,” sentenció con voz firme. Mientras tanto, en las sombras, Leocadia se encerraba en sus aposentos. Petra, temblorosa, no pudo callar: “¿Fuiste tú, verdad?” La respuesta de Leocadia fue tan escalofriante como certera. Jacobo sabía demasiado. Iba a exponer secretos que pondrían en peligro el legado de los Luján. “No tuve elección,” dijo ella, con la frialdad de quien ya ha cruzado una línea sin retorno.
Y es que Jacobo había encontrado documentos. Pruebas. Cartas antiguas. Información capaz de destruir reputaciones. Leocadia lo sabía. Jacobo la había amenazado la noche anterior con revelar todo durante el funeral. “Leocadia será la primera”, murmuró, con una sonrisa torcida. Pero no llegó vivo a cumplir su promesa.
En los pasillos, las miradas se cruzaban con desconfianza. Curro, el primero en intuir que aquello no fue obra del destino, se lo confesó a Pía: “Nada con Jacobo era casual. Lo que pasó no fue un simple accidente.” Y luego, con la contundencia de quien no teme a la verdad, añadió: “Creo que quien hizo esto con Jacobo es el mismo que lo hizo con Hann.”
Esa revelación cayó como un trueno. Hann también había muerto en circunstancias extrañas… justo cuando estaba a punto de destapar secretos. ¿Casualidad? Nadie en La Promesa cree ya en coincidencias.
Pía y Curro se juraron seguir hasta el final. Llegar a la raíz del mal que se esconde tras las paredes del palacio. “Sea quien sea, va a pagar por lo que hizo. Por Hann. Por Jacobo. Por todo.”
Pero entonces llega el funeral.
El aire está denso. Las lágrimas corren, aunque no todas son sinceras. La nobleza ha venido a presentar sus respetos, pero entre los asistentes hay más tensión que duelo. Es en ese instante, cuando el sacerdote pronuncia las últimas palabras, que Martina se levanta. Su rostro es un mapa de dolor, pero sus ojos arden con determinación. Camina hacia el féretro. Todos murmuran. Petra palidece. Leocadia la mira con incredulidad.
“¡Jacobo no murió de causas naturales!” grita Martina. El salón estalla en exclamaciones, la ceremonia queda paralizada.
“Sé que fue asesinado… y sé quién lo hizo.”
Silencio. Ni un solo aliento se escucha. Martina tiembla, pero no retrocede. Mira directo a Leocadia, cuya expresión se congela por un segundo.
“Jacobo iba a hablar. Iba a revelar secretos que alguien quería enterrar. Pero lo silenciaron antes. No fue una enfermedad, no fue una caída. Fue un crimen. Y tú, Leocadia… tú sabías que él era un peligro para ti.”
La tensión es insoportable. Petra casi se desmaya. Leocadia, intentando mantener la compostura, se limita a decir: “Martina, estás en estado de shock. Esto es una tragedia. No conviertas el dolor en una caza de brujas.”
Pero Martina no se deja intimidar. “No estoy en shock. Estoy despierta. Y no descansaré hasta saber la verdad.”
Burdina, presente entre los asistentes, da un paso al frente. “Se investigará cada rincón del palacio. Y a cada persona en él.”
Los rostros de los presentes se llenan de temor. Porque si alguien fue capaz de matar a Jacobo, ¿quién será el siguiente?
Curro y Pía, desde un rincón, observan la escena. Curro le susurra: “Ella tiene el valor que hace falta. Ahora la batalla ha comenzado.”
Y así, con un cadáver aún caliente, un secreto al borde de estallar y una mujer decidida a desafiar a la nobleza, La Promesa se adentra en una de sus tramas más oscuras.
El misterio de Jacobo apenas comienza.
¿Quién será el siguiente en caer?
¿Hasta dónde llegará Martina para descubrir la verdad?
Y lo más importante… ¿cuánto tiempo más podrá Leocadia esconder sus crímenes?